martes, mayo 01, 2007
EL CUENTO INACABADO...
A traves de la ventanilla del tren veía como el paisaje le apartaba de su infancia. Era la primera vez que Héctor abandonaba su pueblo. Durante años había soñado con irse a buscar la vida a la capital. Ahora, que estaba camino de hacerlo, se sentía brumado por la nostalgía y las dudas.
Con casi 18 años ya no era un niño, por mas que sus facciones le hicieran parecerlo. Su vida había sido hasta entonces muy sencilla, en aquel pueblo del que ahora se alejaba. Último hijo de 3 hermanos, siempre había sido el juguete de todos, mas que un niño, una mascota. Favorito de su madre, eso significó crecer entre algodones.
Con su padre la relación fue escasa. Todo en su padre era limitado: Corto en palabras y estatura. Agricultor de sol a sol, y con la única distración de pasar las horas que no podía trabajar en la taberna.
La madre, amante de las labores de casa y de la iglesia, siempre alentó en Hector la ambición de poder llevar una vida mejor fuera del pueblo.
Mirando a través de la ventanilla del tren, dejaba que la nostalgia le trajera imagenes de su infancia...En la escuela, en aquel pupitre duro, arañado por el paso de las generaciones de niños antes que él...Y Don Antón, el maestro, cincuentón desde siempre, calvo como un filósofo, pleno de conocimientos y paciencia ilimitada. Ademas de fechas de batallas, listas de reyes y nombres de ríos, les imbuía de lo que el llamaba " la lógica de la alpargata", forma modesta de denominar a una verdadera filosofía de la vida.
Otro personaje de la infancia, de no menos peso e influencia, era Don Luis, el cura. Ambos antagónicos en las ideas, pero mutuamente respetuosos. El Norte de Don Luis era Dios, y el de Don Antón la Razón. El maestro iba a misa, por no significarse, y por respeto y amistad al representante en la tierra de en quien el no creía.
Una cosa en común de ambos personajes era la devoción por Andrea, la telefonista. A don Antón le frenaba la edad, y a don Luis, ademas del calendario tenía en contra el celibato...