(Artículo de Sue Summers, publicado en The Observer el 21 de octubre de 2001)
Según una investigación del Centro de Estudios de la Familia de Newcastle, realizada sobre una muestra de padres que llevaban ya seis años divorciados, el 60 por ciento de los padres que veían raramente a sus hijos, mantenían litigios con su ex mujer en relación con la frecuencia del contacto.
Al cabo de esos seis años, el 21 por ciento de los padres habían perdido el contacto con sus hijos, pero casi siempre tras hacer frente a una grave actitud de hostilidad y obstruccionismo por parte de sus antiguas parejas.
El hecho es que el divorcio, al igual que la condición de padres, es para toda la vida: el amor puede haberse extinguido, pero el odio sigue latente. Y el progenitor que obtiene la custodia de los niños -en más del 90 por ciento de los casos, la madre- tiene todos los triunfos en la mano. Aunque la mujer sea parcial o totalmente causante de la ruptura, es probable que guarde un resto de rencor hacia su ex marido. La forma más fácil de vengarse consiste en restringir el acceso del padre a los hijos. Y los tribunales parecen incapaces de cambiar las cosas o poco dispuestos a hacerlo. "La persona que tiene a su cargo a los niños tiene el poder, y utiliza ese poder para convertir a sus hijos en rehenes en la lucha contra su ex pareja", dice la directora de un centro de mediación. El problema no está en los niños, sino en sus progenitores.
Como ejemplo de que las cosas podrían ir mejor si las autoridades pusiesen algo de buena voluntad, se menciona la medida adoptada en la provincia de Alberta (Canadá), que obliga a todas las parejas que se divorcian y tienen hijos menores de 16 años a asistir a un seminario de seis horas de duración en que se tratan todas las cuestiones relativas a los hijos. La intención es instruir a las personas acerca de los efectos del divorcio en los niños y la importancia de que éstos mantengan el contacto con ambos padres tras la separación. Según parece, el programa ha dado excelentes resultados.
En Suecia, el cuidado de los niños tras el divorcio corre a cargo de ambos padres en la misma proporción: los hijos comparten su tiempo a partes iguales entre ambos progenitores, y los funcionarios judiciales acuden directamente a buscar al niño si éste no se presenta en el domicilio del otro progenitor en el momento convenido. "Los suecos tienen varias formas de reducir la temperatura -dice un hombre inglés, separado de una mujer sueca-. En primer lugar, la mediación es obligatoria. Además, no existe el concepto de pensión compensatoria, sino que la casa se vende y todo se divide por dos.
"Mi mujer dijo que deseaba empezar una nueva vida, y el mediador respondió: 'No es tan sencillo. Tiene usted un hijo'."